En la entrada anterior ya puse algunas flores que crecen en el campo. Las flores silvestres suelen ser menos complejas que las flores ornamentales, también suelen ser más pequeñas. Eso se debe a que las flores ornamentales están diseñadas por el ser humano para su disfrute, crecen en condiciones controladas y son libradas de plagas y de cualquier peligro que les pudiera acechar: son flores domésticas y casi su única función es ser bonitas. Las flores silvestres – en realidad las plantas silvestres – se ven cada día abocadas a la batalla por seguir viviendo y por ello tienen un tamaño adecuado (que suele resultar pequeño para un florero), destacan lo suficiente para ser atractivas sin excesos y segregan sustancias para atraer polinizadores y otras para protegerse de parásitos, tienen espinas, pelos y otros tipos de protecciones desagradables, en fin viven en el mundo salvaje, se adaptan al ambiente y luchan por la supervivencia. Y en su sencillez esconden también una gran belleza.
La primavera trajo consigo una explosión de vida en el bosque, como cada año, y las plantas comenzaron la floración. A lo largo de los días he ido saliendo a fotografiar y me he encontrado con flores muy diversas. Entre las primeras flores que vi en el campo esta primavera estaban la Genista anglica y el Narcissus bulbocodium (ver entrada anterior). Al poco tiempo se llenó todo de Retama blanca (Retama monosperma) y otras florecillas como la Quiruela (Erica umbellata).
Un poco más tarde comencé a ver rosas silvestres (Rosa canina) y algunas cistáceas que podrían ser Tuberaria lignosa, Halimium umbellatum o quizá otras. También comenzaron a salir flores de cardo (posiblemente algún tipo de Cirsium) y Globularias… y por supuesto margaritas que realmente no lo son en sentido estricto pero que cualquiera las llamaría así (puede que algún tipo de Anacylus o de crisantemo, pero no he visto Bellis que es la margarita «de verdad»).
Es curioso lo que me ocurrió con la Tuberaria. Encontré un lugar que estaba lleno de ellas y saqué alguna foto, pero como en ese momento les daba el sol y es mejor tenerlo lejos cuando se trata de fotografiar algo, no me esmeré mucho. Volví por la tarde, porque esa zona es un claro de bosque y justo al lado crecen los robles de forma que por la tarde está a la sombra y por la mañana al sol, pero no había ni una sola flor. Un disgusto tremendo …y me puse a otra cosa. A diario pasan rebaños de ovejas, amén de los corzos y ciervos que haya por la zona (que los hay) y, supongo, dieron buena cuenta de todo lo que había allí. Al día siguiente volví muy temprano y allí volvían a estar las flores, como si no hubiera pasado nada. Quizá haya que llamarlas en este lugar «Tuberaria efímera» ya que duran un solo día antes de ser devoradas 🙂
Y hasta aquí esta entrada «primaveral». Espero que os gusten las fotos.